FARÁNDULA

¿De qué hablamos cuando decimos «hacer el amor»?

A veces se hace la diferencia entre "hacer el amor" y "tener sexo" para referirnos a dos experiencias distintas. Pero la distinción está en cómo le damos sentido a las cosas con nuestras palabras.

A menudo hemos escuchado o hemos hecho la distinción entre “tener sexo” y “hacer el amor”, ambas para referirse al coito en concreto.

Dicha diferencia da cuenta de dos hechos interesantes: el primero es la clara confusión terminológica respecto a la idea de “tener sexo” porque está claro que todos tenemos sexo en tanto que somos seres sexuados (cómo nos identificamos de acuerdo a un género y una orientación) y como tales, nos expresamos y marcamos estas diferencias en la erótica; en nuestra relación con los otros.

«Te habrán impresionado las cosas sucias que te escribo. Quizás pienses que mi amor es una cosa sucia. Lo es, querida, en algunos momentos» Le escribe James Joyce a su esposa Nora.

Y el segundo aspecto da cuenta de cómo nos expresamos a través del uso del lenguaje. «[…] Te habrán impresionado las cosas sucias que te escribo. Quizás pienses que mi amor es una cosa sucia. Lo es, querida, en algunos momentos. Le escribe James Joyce a su esposa Nora en sus «Cartas de amor». El escritor juega con las palabras para encontrar placer en lo prohibido, pero no hace una distinción entre «tener sexo» o «hacer el amor».

Y es que el problema es que nos tomamos muy enserio las palabras cuando “la palabra perro no muerde”, como lo dice el sitio Dime Cat. En ese sentido, el coito se asemeja a una puesta en escena, las palabras pronunciadas ahí están en función del juego y del placer de los jugadores ya que por sí mismas no son ni románticas, ni obscenas; es nuestra intención la que es todo eso.

Se dice que las citas de ahora no eran como antes. Pero ahora hay más palabras que dan cuenta de nuevas experiencias.

Pero también es muy cierto que fuera de ese juego la forma en la que nombramos algo revela la forma en la que lo entendemos; si hacemos la distinción entre «tener sexo» y hacer el amor es porque posiblemente vemos una ausencia de «pureza» en el primero que exalta el segundo.

A la par de ambas ideas, existe el concepto de cópula (penetración del órgano genital del macho en la hembra) que deja al margen los infravalorados “juegos previos” u otras prácticas además del coito, que, a diferencia de la cópula, su finalidad no es meramente reproductiva (existe el coito anal). Por su parte, el coito puede referirse llanamente al encuentro entre los amantes, estas palabras nos regresan al francés fait l’amour (hacer el amor)

Así, el uso de nuestras palabras evidencia la manera en la que las entendemos y construimos nuestra red de significados, pro afortunadamente, en la práctica erótica, no todo es negro o blanco. Cuando decimos “hacer el amor” habla nuestra moral y experiencias, lo que entendemos por una experiencia romántica. Sin embargo, el sexo no conoce de adjetivos y tal vez tampoco conozca mucho de amor.

A diferencia de ciertos animales, nuestra práctica del sexo implica procesos culturales que dicen quiénes somos. Posiblemente muchas de nuestras etiquetas sobre el sexo tengan sentido sólo para explicarnos cómo lo entendemos. Al saber cómo las usamos sabremos qué sentidos develan.

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