Debe haber una orden de tirar a matar. Los delincuentes asesinaron ayer por la mañana a dos policías en Jaral del Progreso y por la tarde a otros dos en el municipio de Villagrán. Cuatro en un solo día en dos hechos distintos.
Hay una especie de cacería. Los malvados tienen como estrategia disparar contra los uniformados, sean policías municipales, estatales o ministeriales. Resulta extraño, pero no hay ataques a policías de la PGR (Procuraduría General de la República) ni de la Policía Federal.
El pleito, según parece, es contra las corporaciones locales. Nunca en la historia se había visto algo similar. En este año, el número de policías asesinados ya supera los 55, aunque cada quien maneja sus cifras. Son 55 agentes acribillados en distintas circunstancias, mientras cumplían con su responsabilidad de vigilar o mientras estaban en su día de descanso.
Nunca en la historia se había visto algo igual. En este año ya son 55 los policías asesinados en el estado de Guanajuato
Hay ataques directos con metralletas y pistolas de alto calibre, hay emboscadas y cacerías despiadadas de agentes en distintos municipios. En casi todos los casos, los toman desprevenidos.
Por cierto, ayer fue presentado el asesino del comandante Antonio de Jesús Báez Tapia, el jefe de la Policía de Reacción acribillado en León el 11 de agosto. El asesino es un hombre de 35 años, llamado Manuel y apodado ‘El Chucky’. Un tipo que el día que le tomaron la fotografía del fichaje ni siquiera se quitó la cadenita que llevaba en el cuello de la Santa Muerte.
Los policías de Guanajuato están desconcertados. Los elementos de León, por ejemplo, todavía no digieren la muerte del comandante Tapia. Y es que ahora los maleantes ya no dicen plomo o plata. Ahora ya solo ofrecen plomo si es que no cumplen con sus órdenes.
Hay temor en las corporaciones. Temor de esta cacería. Temor de ser sorprendido, sin deberla ni temerla. Temor de cumplir con su trabajo y morir en esta temporada de policías.
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